viernes, 24 de agosto de 2012

A 85 años de la muerte de Sacco y Vanzetti

Nicola Sacco

Italiano de Torre Maggiore, provincia de Foggia, nació el 23 de abril de 1891. A los 17 años, fundamentalmente la situación de su familia lo llevó a emigrar.
Llegó a la tierra prometida en 1908, año de hambre y desocupación. A pesar de tener conocimientos de mecánica no encontró trabajo en este oficio. Los extranjeros no eran considerados para las tareas especializadas y apenas si conseguían trabajo en fábricas.
Trabajó primero como mozo de agua, consiguiendo luego colocación como zapatero en la fábrica de calzados de Kelly.
Cuando estalla la guerra Sacco se define contra ella. "Esta guerra no es para empuñar el fusil... se hace en beneficio de los grandes millonarios" dirá más adelante.
En la lucha antibélica organiza mítines y conferencias. Por esa época se une a la Federación socialista Italiana. Rápidamente es impulsado "por un ardor y voluntad de acción hacia las agrupaciones libertarias". Participa activamente en la huelga de Middford, y en todas las luchas por la libertad de muchos de sus compañeros.
Su capacidad de amor y de ternura hacia su compañera Rosina y hacia sus hijos se vuelca a todos los seres humanos, a su clase explotada, y lo impulsa al combate.

Detenido cuando organizaba la protesta por el asesinato de Andrea Salsedo, vive en la cárcel con el convencimiento de que es el único motivo de su prisión y que se está condenando su militancia revolucionaria. Supera los momentos difíciles, tiene claro quien es su enemigo, y se siente orgulloso de su crimen: "Mi crimen, el único crimen, del que estoy orgulloso, es el de haber soñado una vida mejor, hecha de fraternidad, de ayuda mutua; de ser, en una palabra, anarquista, y por ese crimen tengo el orgullo de terminar entre las manos del verdugo".
Dirá en sus momentos finales: "Yo muero dichoso de añadir mi nombre oscuro a la lista gloriosa de los mártires que han creído en la revolución social y en la redención humana.
Bartolomeo Vanzetti

Nació en Villafalleto, en el Piamonte, en 1888. Le gustaba el estudio pero sólo pudo hacer la escuela. Empezó a trabajar a los 13 años de edad, eran 15 horas diarias sin descanso semanal, sólo tenía un asueto de tres horas dos veces al mes.
A los 20 años de edad decide abandonar Italia. Llega a Norteamérica en 1908. Lo espera un largo peregrinar en busca de trabajo, muchos días de hambre, sin ni siquiera un lugar donde descansar. Recibe en su andar el desprecio de los patrones, la solidaridad de sus iguales. En su oficio de confitero no encuentra plaza fija. En muchos lugares lo echan a los pocos meses de trabajo. Trabajó de picapedrero, albañil, foguista, barredor de nieve.
Hacía jornadas de 12 y 14 horas en verdaderos tugurios insalubres, recibiendo, por ser extranjero, la mitad del jornal de un norteamericano, de por sí bajo.
Con ansias de leer y estudiar se quedaba de noche, después del trabajo, dormido sobre los libros.
"Aprendí que la conciencia de clase no era frase inventada por los propagandístas, sino que representaba una fuerza vital, real, y que aquellos que comprenden su significado no son ya simples bestias de carga, sino seres humanos". Sus palabras, como sus escritos y alegatos están llenos de fe en la clase obrera y en la revolución.
Se define como ferviente libertario, como anarquista, porque siente que "solamente en la libertad podrá surgir el hombre a su noble y armoniosa integridad".
Su convicción clasista y de pelea lo lleva a participar en huelgas y mítines, a colaborar en la creación de sindicatos. Es en 1913 que comienza a participar activamente en el movimiento obrero. En 1916 estalló un gran conflicto en la Plymouth Cordage Company y allí estuvo Vanzetti en primera línea, dirigiendo la huelga. Salen victoriosos, conquistan sus reclamos.
Después sufre persecución, es incluido en las listas negras, tiene seguimiento policial durante 18 meses, es el castigo de la clase dominante. Más difícil le es entonces conseguir trabajo.
Cuando es detenido en mayo de 1920, su ocupación es vender pescado en la calle. No había abandonado la lucha en ningún instante, estaba en ese momento organizando la movilización contra el asesinato de Salsedo.
Su condición de agitador lo llevó a la cárcel. "Permanezco siete horas en un lugar lleno de gas, 40 minutos en un patio polvoriento, 16 horas en una estrecha celda... Tal es mi vida diaria, salvo en los días de fiesta en los que debo permanecer de 21 a 23 horas en mi jaula".
Después de siete años de prisión, fue asesinado en la silla eléctrica.
Hasta el último momento conservó su actitud firme y digna, todo un símbolo de ejemplo para la clase obrera en la que tan profundamente creía.


"Como anarquista me consuela el saber que si la burguesía me hubiese dejado vivir todos mis días no habría podido hacer por la gran revuelta lo que hice involuntariamente a través de mi martirio.
...Nos odian a nosotros y a los nuestros; son amigos de nuestros mortales enemigos... Todo el poder de la reacción esta contra nosotros.
Sí esta es la última, recibid el extremo adiós.
¡Mantened en alto nuestra bandera!
[...]

Muero como he vivido, luchando por la libertad y por la justicia. ¡Oh, si pudiera comunicar a todos que no tengo nada que ver con ese horrendo crimen...

Mi corazón está lleno, rebosante de amor por los míos. ¿Como despedirrme de vosotros? ¡Oh, mis queridos amigos, mis bravos defensores, a todos vosotros el afecto de mi pobre corazon, a todos vosotros mi gratitud de soldado caído por la causa de la libertad!
...Continuad la soberrbia luucha, que yo también en lo poco que pude, he gastado mis energías por la libertad y por la independencia humana.
...¿Que culpa tengo si he amado demasiado la libertad? ¿Por qué he sido privado de todas las cosas que hacen deliciosa la vida? Ningún reflejo de la propia naturaleza, del cielo azul y de los esplèndidos crepúsculos en las tétricas prisiones construídas por los hombrres para los hombres. Pero yo no he llevado mi cruz en vano. No he sufrido inutilmente. Mi sacrificio valdrá a la humanidad a fin de que los herrmanos no continúen matandose; para que los niños no continúen siendo explotados en las fábricas y privados de aire y luz.
No está lejos el día en que habra pan para todas las bocas, techo para todas las cabezas, felicidad para todos los corazones.
Tal triunfo será mío y vuestro, compañeros y amigos."
Bartolomé Vanzetti

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