jueves, 13 de junio de 2013

Resistencia Indigena

Ayer Miercoles 12 de Junio tuve el orgullo de participar de las 500 vueltas en reclamo por los derechos de mis hermanos Originarios.
Tuve el placer de conocer a Peñis de Neuquen y Formosa, y de saludar a nuestro hermano Felix Diaz, Qarashe Qom y luchador por la causa indigena.
Mientras reclamabamos al grito de Ayaya Pachama! Marichiweu! veia a mis hermanos y hermanas, veia sus rostros y en sus ojos veia y podia sentir el mismo dolor e indignacion que tenia yo.
Si, soy una peñi porteña como me dijo un hermano de Formosa, pero una peñi que lucha codo a codo con ellos para que nos devuelvan lo que nos quitaron, lo que le robaron a nuestros antiguos.
Miles de veces voy a repetir con orgullo que mi familia es campesina y de Simoca, mi bisabuela relataba historias sobre el Mollar, sobre los cerros, ella le enseño a mi vieja a hacer empanadas caseas, mazamorra, arroz con leche, y todas esas cosas que yo tambien mamé de chica.
Ayer al ver a los ojos a Felix, entendi que a pesar de los problemas, de la represion y de todo lo que hacen para que el deje de luchar por su gente, el va a seguir ahi, resistiendo, para que nuestros niños el dia de mañana tengan lo que se les robo a su antepasados.

Todos los miercoles de 16 a 17 hs estaremos en Plaza de Mayo..
Los Pueblos Originarios Resisten y estamos en pie de guerra!

AYAYAY PACHAMAMA! MARICHIWEU!

viernes, 12 de octubre de 2012

Así hablaba Juan Perón sobre la empresa colonizadora española

[El Peronismo en Argentina es una réplica demagoga de lo que fue el fascismo en Italia, Perón, militar, catolico solo uso la demagogia para lograr sus fines politicos. Era un hijo de puta]

En 1947, el entonces presidente pronunció un discurso en el cual exaltó la obra de España en América, denunció la "leyenda negra" sobre la Conquista y reivindicó "el Día de la Raza, instituido por Hipólito Yrigoyen"
Así hablaba Juan Perón sobre la empresa colonizadora española
Crédito foto: NA
Estos son extractos de la alocución de Juan Domingo Perón en la Academia Argentina de Letras, en una sesión puesta bajo la advocación de la figura de Cervantes:
"No me consideraría con derecho a levantar mi voz en el solemne día que se festeja la gloria de España, si mis palabras tuvieran que ser tan sólo halago de circunstancias o simple ropaje que vistiera una conveniencia ocasional. Me veo impulsado a expresar mis sentimientos porque tengo la firme convicción de que las corrientes de egoísmo y las encrucijadas de odio que parecen disputarse la hegemonía del orbe, serán sobrepasadas por el triunfo del espíritu que ha sido capaz de dar vida cristiana y sabor de eternidad al Nuevo Mundo.
No me atrevería a llevar mi voz a los pueblos que, junto con el nuestro, formamos la Comunidad Hispánica, para realizar tan sólo una conmemoración protocolar del Día de la Raza.
(...)
[…] La Argentina, isla de paz, deliberada y voluntariamente, se hace presente en este día para rendir cumplido homenaje al hombre cuya figura y obra constituyen la expresión más acabada del genio y la grandeza de la raza.
Y a través de la figura y de la obra de Cervantes va el homenaje argentino a la Patria Madre, fecunda, civilizadora, eterna, y a todos los pueblos que han salido de su maternal regazo.
Por eso estamos aquí, en esta ceremonia que tiene la jerarquía de símbolo. Porque recordar a Cervantes es reverenciar a la madre España; es sentirse más unidos que nunca a los demás pueblos que descienden legítimamente de tan noble tronco; es afirmar la existencia de una comunidad cultural hispanoamericana de la que somos parte y de una continuidad histórica que tiene en la raza su expresión objetiva más digna, y en el Quijote la manifestación viva y perenne de sus ideales, de sus virtudes y de su cultura; es expresar el convencimiento de que el alto espíritu señoril y cristiano que inspira la Hispanidad iluminará al mundo cuando se disipen las nieblas de los odios y de los egoísmos.
Por eso rendimos aquí el doble homenaje a Cervantes y a la Raza.
(...)
Para nosotros, la raza no es un concepto biológico. Para nosotros es algo puramente espiritual. Constituye una suma de imponderables que hace que nosotros seamos lo que somos y nos impulsa a ser lo que debemos ser, por nuestro origen y nuestro destino. Ella es lo que nos aparta de caer en el remedo de otras comunidades cuyas esencias son extrañas a la nuestra, pero a las que con cristiana caridad aspiramos a comprender y respetamos. Para nosotros, la raza constituye nuestro sello personal, indefinible e inconfundible.
Para nosotros los latinos, la raza es un estilo. Un estilo de vida que nos enseña a saber vivir practicando el bien y a saber morir con dignidad.
Nuestro homenaje a la madre España constituye también una adhesión a la cultura occidental. Porque España aportó al occidente la más valiosa de las contribuciones: el descubrimiento y la colonización de un nuevo mundo ganado para la causa de la cultura occidental.
Su obra civilizadora cumplida en tierras de América no tiene parangón en la Historia. Es única en el mundo. Constituye su más calificado blasón y es la mejor ejecutoria de la raza, porque toda la obra civilizadora es un rosario de heroísmos, de sacrificios y de ejemplares renunciamientos.
Su empresa tuvo el sino de una auténtica misión. Ella no vino a las Indias ávida de ganancias y dispuesta a volver la espalda y marcharse una vez exprimido y saboreado el fruto. Llegaba para que fuera cumplida y hermosa realidad el mandato póstumo de la Reina Isabel de “atraer a los pueblos de Indias y convertirlos al servicio de Dios”. Traía para ello la buena nueva de la verdad revelada, expresada en el idioma más hermoso de la tierra. Venía para que esos pueblos se organizaran bajo el imperio del derecho y vivieran pacíficamente. No aspiraban a destruir al indio sino a ganarlo para la fe y dignificarlo como ser humano...
Era un puñado de héroes, de soñadores desbordantes de fe. Venían a enfrentar a lo desconocido; ni el desierto, ni la selva con sus mil especies donde la muerte aguardaba el paso del conquistador en el escenario de una tierra inmensa, misteriosa, ignorada y hostil.
Nada los detuvo en su empresa; ni la sed, ni el hambre, ni las epidemias que asolaban sus huestes; ni el desierto con su monótono desamparo, ni la montaña que les cerraba el paso, ni la selva con sus mil especies de oscuras y desconocidas muertes. A todo se sobrepusieron. Y es ahí, precisamente, en los momentos más difíciles, en los que se los ve más grandes, más serenamente dueños de sí mismos, más conscientes de su destino, porque en ellos parecía haberse hecho alma y figura la verdad irrefutable de que “es el fuerte el que crea los acontecimientos y el débil el que sufre la suerte que le impone el destino”. Pero en los conquistadores pareciera que el destino era trazado por el impulso de su férrea voluntad.
Como no podía ocurrir de otra manera, su empresa fue desprestigiada por sus enemigos, y su epopeya objeto de escarnio, pasto de la intriga y blanco de la calumnia, juzgándose con criterio de mercaderes lo que había sido una empresa de héroes. Todas las armas fueron probadas: se recurrió a la mentira, se tergiversó cuanto se había hecho, se tejió en torno suyo una leyenda plagada de infundios y se la propaló a los cuatro vientos.
Y todo, con un propósito avieso. Porque la difusión de la leyenda negra, que ha pulverizado la crítica histórica seria y desapasionada, interesaba doblemente a los aprovechados detractores. Por una parte, les servía para echar un baldón a la cultura heredada por la comunidad de los pueblos hermanos que constituimos Hispanoamérica.
Por la otra procuraba fomentar así, en nosotros, una inferioridad espiritual propicia a sus fines imperialistas, cuyas asalariados y encumbradísimos voceros repetían, por encargo, el ominoso estribillo cuya remunerada difusión corría por cuenta de los llamados órganos de información nacional. Este estribillo ha sido el de nuestra incapacidad para manejar nuestra economía e intereses, y la conveniencia de que nos dirigieran administradores de otra cultura y de otra raza. Doble agravio se nos infería; aparte de ser una mentira, era una indignidad y una ofensa a nuestro decoro de pueblos soberanos y libres.
(...)
España levantó, edificó universidades, difundió la cultura, formó hombres, e hizo mucho más; fundió y confundió su sangre con América y signó a sus hijas con un sello que las hace, si bien distintas a la madre en su forma y apariencias, iguales a ella en su esencia y naturaleza. Incorporó a la suya la expresión de un aporte fuerte y desbordante de vida que remozaba a la cultura occidental con el ímpetu de una energía nueva.
Y si bien hubo yerros, no olvidemos que esa empresa, cuyo cometido la antigüedad clásica hubiera discernido a los dioses, fue aquí cumplida por hombres, por un puñado de hombres que no eran dioses aunque los impulsara, es cierto, el soplo divino de una fe que los hacía creados a la imagen y semejanza de Dios.
(...)
Señores:
La historia, la religión y el idioma nos sitúan en el mapa de la cultura occidental y latina, a través de su vertiente hispánica, en la que el heroísmo y la nobleza, el ascetismo y la espiritualidad, alcanzan sus más sublimes proporciones. El Día de la Raza, instituido por el Presidente Yrigoyen, perpetúa en magníficos términos el sentido de esta filiación.
(…)
Si la América olvidara la tradición que enriquece su alma, rompiera sus vínculos con la latinidad, se evadiera del cuadro humanista que le demarca el catolicismo y negara a España, quedaría instantáneamente baldía de coherencia y sus ideas carecerían de validez. Ya lo dijo Menéndez y Pelayo: “Donde no se conserva piadosamente la herencia de lo pasado, pobre o rica, grande o pequeña, no esperemos que brote un pensamiento original, ni una idea dominadora”. Y situado en las antípodas de su pensamiento, Renán afirmó que “el verdadero hombre de progreso es el que tiene los pies enraizados en el pasado”.
(...)
Juan Domingo Perón

http://www.infobae.com/notas/675505-Asi-hablaba-Juan-Peron-sobre-la-empresa-colonizadora-espanola.html 

520 años de Dominacion y Exterminio

Hace exactamente 520 años Colon junto a su grupo de civilizados europeos llegaba a lo que hoy para todos es América, hace exactamente 520 empieza el exterminio sistemático y constante del ser originario y su cultura, sus creencias y costumbres para ser reemplazada por una maldita cruz y un "dios" al cual si no adherían eran bárbaros, incivilizados, pues claro, ellos con su dio$ traían la luz y la civilización a estas tierras. Los 520 que siguieron a ese día solo demostraron más de la explotación del hombre por el hombre y del exterminio generalizado, hoy son pocos los que quedan, los que resisten. Colon, fue el primero, pero no olvidemos a gente como Rosas, Roca, Sarmiento y a todos y cada uno de los presidentes argentinos que nunca fueron capaces de hacer respetar los derechos de los originarios, de los verdaderos dueños de la tierra. Ni Evo, ni Kristina, Ni Chávez ni nadie del presente nunca hizo ni hará nada, saben por que? por que tenemos tan arraigado el sentimiento "nacional" que se/nos olvidamos que no somos ni europeos ni iluministas, somos gente de la tierra, gente libre oprimida por el pensamiento del Winka (hombre blanco), nos adaptamos a sus leyes, a sus divisiones de poder, a sus costumbres y nos olvidamos de la Pacha Mama, de la Mapu, es por eso que aunque pasen los años, los siglos hay que resistir, y no solo resistir si no luchar, luchar por la verdadera emancipación latinoamericana, y cortarla con eso de "los bolis","los Peruanos","los chilenos" o los "Provincianos"; por que todos, todos somos uno, y aunque les duela a los Winkas, los morochos somos los verdaderos poseedores de estas hermosas tierras y no el blanquito, no el español...
Y si bien no olvidemos que los primeros inmigrantes europeos de pensamiento socialista y anarquista, fueron los que primero defendieron a la Che de la Mapu, los burgueses, los aristócratas, nada hicieron ni nada harán.
Cortemos con la dominación, los que tienen hijos enséñenles la verdad, que no fue "llego colon y les cambio oro x espejitos", cuéntenles de la masacre, de la tortura, de la imposición de la iglesia, de las luchas de Kafulkura por la emancipación, y tal vez, no hoy, ni mañana, tal vez dentro de 520, el 12 de octubre sea un día de tristeza y meditación, pero que al fin se haya podido lograr la reparación histórica tan merecida por los aborígenes. Tal vez, dentro de muchos años logremos eliminar tantos años de mentira y masacre a los pueblos originarios.
MARICHIWEU! MARICHIWEU!

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Letras Negras - Tangos anarquistas

http://www.quintetonegrolaboca.com.ar/letrasnegras1.html
Severino Di Giovanni

1 y 4- Severino Di Giovanni 2-En un picnic anarquista con su amigo José Romano.3- Irreconocible Severino: la única foto de estudio -“artística”, como se decía- que se tomó en su vida.
Por Susana Viau
¿En qué cambió su Severino Di Giovanni para esta reedición?
-Después de la primera edición visité varios archivos, sobre todo el Archivo del Estado, en Roma, donde están todos los papeles enviados por la policía de Alvear, que mantenía un contacto estrecho con la de Mussolini, y además estuve en el Museo de Historia Social de Amsterdam. Durante mi exilio encontré también a miembros del grupo de Di Giovanni que habían sido expulsados por Uriburu y entregados en 1931 a Mussolini, que los encerró en la isla de Lipari, en un campo de concentración. Fueron liberados por los norteamericanos, cuando invadieron el sur de Italia, y pasaron a ser héroes antifascistas. Es decir que si Severino hubiera vivido, hubiera sido un héroe antifascista y hubiera tenido una pensión del Estado como luchador, igual que la tuvieron sus compañeros. Esto habla de cómo a veces la historia discrimina. El ingeniero Carranza, que hoy tiene una estación de subte con su nombre, en 1953 puso una bomba en la boca del subte. Murieron paseantes, chicos, mujeres. Pero su partido triunfó y lo elevó a otra categoría: fue ministro de Alfonsín. Como murió en un accidente, lo homenajearon de ese modo. Pero yo me preguntaría quién fue más terrorista, si el señor Carranza o Severino Di Giovanni, que durante años fue un innombrable en la Argentina, la efigie del diabólico, el hijo del demonio. Sus hijos sufrieron por eso. Me lo contó Laura, la única que vive todavía. Los chicos les pegaban y les gritaban eso, “hijos del diablo”. Las maestras no querían tenerlos.
¿Qué lo hizo volver a abrir una investigación que terminó hace casi treinta años? ¿Un compromiso moral o un compromiso intelectual?
-Un compromiso intelectual conmigo mismo. Sabía que podía encontrar más cosas. De hecho, en el Museo de Historia Social de Amsterdam estaba el juicio que le hicieron los compañeros a Di Giovanni por matar a López Arango, que en La Protesta lo había llamado “agente fascista”. Eso lo derrotó: que a él, que había luchado tanto, un compañero de ideas lo estigmatizara de ese modo en el diario. Le fue a pedir explicaciones, hubo un incidente y uno de los amigos de Di Giovanni lo mata, pero él se hizo cargo. La cúpula anarquista admitió que Severino tenía razón, que no era un espíritu asesino.
¿Qué tiene de peculiar la figura de Di Giovanni para usted? ¿Qué lo hace diferente de Radowitzky o de Morán?
-Creo que están en la misma línea... Pero Radowitzky es un solo hecho, y Morán un sindicalista que hace todo el camino del rebelde, pero dentro del sindicato marítimo. Durante el día era dirigente de marítimos; a la noche salía a hacer atentados o asaltos expropiadores. En cambio Severino tiene una larga línea de atentados y expropiaciones, pero también una larga lista de publicaciones: Culmine, Anarquía y libros. El vive aquí apenas ocho años, del 23 al 31, pero desarrolla una actividad increíble. Cada vez que voy a una biblioteca europea o norteamericana encuentro nuevos artículos firmados por Severino y me pregunto en qué momento los escribió. Si cuando lo fusilaron tenía 28 años... Con los mismos principios -matar al tirano, rebelarse contra la violencia de arriba-, tiene una actividad más plural que Radowitzky. Al mismo tiempo tuvo ese romance, de una pureza increíble, con la adolescente América Scarfó. Sus cartas revelan ese proyecto de un futuro juntos; de hecho, cuando lo detienen ya tenían todo preparado para viajar a Francia, y desde allí a Italia para integrarse a las brigadas ilegales antifascistas. Fue consecuente. Y su nombre fue manoseado por los diarios, y hasta por los mismos anarquistas de La Protesta que buscaban mantener un idilio con el gobierno, publicar sus ideas pero que el gobierno los dejara tranquilos. Cuando ocurre el golpe del 6 de setiembre del ‘30, la oposición huye o se esconde, y Severino sigue a pesar de ser el hombre más perseguido.
Una síntesis curiosa de hombre de ideas y hombre de acción.
-Es su consecuencia. Pienso en el Che Guevara. Alguna vez tuve una larga charla con él, en la que planteó su idea de que el foco guerrillero debía instalarse en las sierras cordobesas. Yo le hablé de la complejidad de la estructura represiva, y si vencía todo eso, le iban a mandar a los cadetes del Liceo Militar. El me miró, con una enorme tristeza, y sin ninguna arrogancia me respondió con tres palabras: “Son todos mercenarios”. Pero como yo no había hecho ninguna revolución no pude contestarle. Hay que ser humilde. Y salí diciéndome: “Y, bueno, es la respuesta de un revolucionario, porque a lo mejor si se espera que ocurra primero esto y luego aquello, que estén dadas todas las condiciones, la revolución no se hace nunca”. Yo lo comprendí y él tuvo compasión de mí.
¿Nunca pensó en escribir sobre el Che?
-Me lo propusieron y lo rechacé, porque me obligaba a relatar cosas que no entiendo pero que no tengo autoridad moral para juzgar. Lo he hablado con cierta gente, de pensamiento revolucionario; lo que no puedo es publicar un libro para que esto vaya a parar no se sabe a qué manos y sirva a qué argumentos.
¿Cómo es, en última instancia, la personalidad de Severino?
-Creo que él se pierde por su sensibilidad. En los atentados contra las organizaciones fascistas caen inocentes, pocos, pero con uno alcanza. El responde luego que “no hay inocentes”, como aquel terrorista francés que dijo: “No hay inocentes. La sociedad es culpable”. Para mí sí hay inocentes. Me parece que llega un momento en que él se emperra en la violencia, pero esas muertes le pesan y llega a su propio holocausto. Pero no por eso puedo pintarlo como Ernesto Sabato; hay que pintar al hombre, al revolucionario en su tragedia.
Para un revolucionario la violencia es una tragedia...
-Exactamente. Hay un pasaje de un libro de Eliseo Reclus, un pacifista, que dice que al rebelde que comete actos de violencia no hay que criticarlo, hay que comprenderlo. Y es precisamente a Reclus que Severino edita. Cuando lo detienen está yendo a la imprenta de la calle Callao para revisar personalmente el último volumen.
¿Usted escribió sobre Severino porque se había enamorado del personaje o se enamoró de él mientras escribía?
-Yo no me enamoré de Severino. Más bien he mantenido una discusión interna con él. En esa discusión no le he retaceado absolutamente nada de lo bueno y he escrito todo aquello que me parece negativo: ciertos atentados, como la muerte del quinielero cuando pone la bomba en el Banco de Boston. De mi parte es una búsqueda.
¿Trata de entenderlo?
-Trato de entenderlo en su sacrificio, en su entereza, en su vocación. Para mí no es un enfermo. El pueblo lo quería, sus hazañas se comentaban... Era como un bandido, un héroe popular. Cuando muere es como el final de una ópera italiana. Ahora voy a escribir una nota para contestarle a José Pablo Feinmann, que dice que no hay cadáveres buenos y cadáveres malos, sino sólo cadáveres. Yo creo que sí hay cadáveres buenos y cadáveres malos. No es lo mismo el cadáver de Hitler que el de una adolescente asesinada en una cámara de gas de Auschwitz. Yo termino diciéndole que frente al cadáver de Hitler y el del Che Guevara yo le llevo flores al Che Guevara. Esa es la diferencia. La diferencia del que puede tener su nombre en una estación de subte o el de Severino, que jamás pudo salir de la crónica policial. Es el caso de Alemania: el conde von Stauffenberg que le puso una bomba a Hitler es el héroe máximo, en el aniversario de su fusilamiento el gobierno en pleno le rinde homenaje ante el bellísimo monumento que le levantaron. El anarquista alemán que le puso la bomba en la cervecería de Munich en el año ‘38 no es un héroe. Claro, von Stauffenberg era un conservador.
¿Van a filmar Severino Di Giovanni?
-Varias veces quisieron filmarla. Primero fue Ricardo Becher: no pudo ser. Después, tres veces quiso filmarla Leonardo Favio. Un loco total: me llamaba a la una de la mañana al departamento que tenía por Tribunales y me decía: “Venite, Osvaldo, venite”. Ponía música de fondo y se tiraba al suelo para representar la muerte de Severino, cómo iba cayendo lentamente...
Hubiera sido una mezcla de Severino y el “Mono” Gatica.
-Al final me dijo: “Hice una relectura de Severino y he decidido filmar Gatica”. También quiso filmarlo Héctor Olivera... Pero es una película difícil, porque la reconstrucción de época sale cara y, sobre todo, porque sería inevitable que Severino resultara un terrorista simpático, ¿y entonces a dónde vamos, no? Ahora me lo propone Luis Puenzo. La forma en que habla de Severino me inspira confianza. Justo treinta años después del intento de Becher.
¿Cómo se define usted?
-Como un socialista libertario, o mejor, alguien que trata de ser un socialista libertario en una sociedad que se va complicando cada vez más, en la que es cada vez es más difícil ser un socialista libertario.
¿A quién ha considerado su camarada?
-Sin ninguna duda a Rodolfo Walsh y a David Viñas. Han sido fieles a la sociedad y han sufrido sus avatares. Ninguno fue anarquista, pero yo los considero mis compañeros. Ojalá ellos me hayan reconocido a mí como su compañero.r

Di Giovanni según León Rozitchner
Severino de cerca
Osvaldo Bayer reconstruye, desde el olvido, a un hombre. Junta sus pedazos dispersos, vuelve a darles sangre, nos hace sentir nuevamente el ardor de su cuerpo, le devuelve la vibración de su palabra, abre el espacio de una época olvidada para ubicarlo. Y recupera la tragedia de un hombre que no es ejemplar de una especie sino una figura única, impredicable, allí donde el desprecio la había aniquilado.
“¿Qué es esto de escribir sobre un sepultado para siempre, un sacado de la memoria del pueblo, un muerto definitivo?”, escribe.
Figura necesaria, la del aniquilado, pues al costo de su vida -y la de otros- nos viene a plantear el problema de la violencia, del cual ninguna sociedad -tampoco la nuestra- puede hacerse la inocente y sacarle el cuerpo a un tema vedado, desde el terror, como impensable.
Bayer abre la dimensión de un debate, pero no entre quienes, fingiendo ingenuidad en medio de una situación macabra, desconocen la diferencia elemental entre violencia y contra-violencia. Bayer deja en cambio que el personaje dibuje la dimensión compleja de su historia ante nosotros, nos da tiempo para verlo y comprenderlo, sufrir con su destino trágico: devolverle la vida para que lo veamos de cerca. Atravesó el muro de la muerte mientras vivía, viene de una experiencia irreductible para nosotros.
“¡TENGAN CUIDADO LOS VERDUGOS!”
Severino Di Giovanni: mi prójimo, mi distante. Hay que tener primero la cabeza fría, moverse si trastabillar (y no siempre es fácil) para mencionar y decir cosas que siempre están más allá de las palabras. Para hablar, por ejemplo, de dar la muerte al asesino impune, para ir más allá de los contenidos que la palabra terrorismo evoca, para hablar de cosas de las cuales no es posible hacerlo sin que mentemos a la muerte, como si al hablar de ella fuera para invocarla y hacer que aparezca de nuevo entre nosotros. Pero, ¿acaso la muerte ha desaparecido como amenaza que desde el poder nos aterra?
Di Giovanni fue uno de los últimos justos justicieros. Actuó en nombre no sólo de las ideas sino también del afecto apasionado. Pero cuando la muerte actúa no podemos acompañarla, pasar no a la palabra que la dice sino a los hechos que ella abre sin que el alma misma del que sigue su camino y ejecuta sus gestos y sus actos abra en uno mismo la dimensión de la muerte, sin que acunemos y gestemos en nosotros mismos su gusano, y nos transforme, es cierto, en aquello mismo que pretendemos comprender para situarnos. Pero para entender el alma tierna y combatiente de un Severino Di Giovanni tenemos que rozar un poco nosotros mismos la muerte. Abrir la dimensión colosal y siniestra de la injusticia y del oprobio sobre los hombres para entender que alguien quiera poner un límite, con la muerte del impune, al desborde obsceno de la muerte. Di Giovanni vuelve a abrir en nosotros interrogantes muy complejos y muy próximos.
Di Giovanni no es un hombre de la democracia ni siquiera formal, sino un hombre profundamente marcado por el fascismo y el terror. Actúa cuando Mussolini está en el poder destruyendo, apoyado por el pueblo, a los mejores hombres de su patria. Actúa cuando Yrigoyen avala el asesinato de obreros en la Patagonia y en las huelgas. Luego es el momento del golpe militar: cuando el general Uriburu da el primero de ellos. Una sociedad donde cientos de miles de inmigrantes italianos vinieron huyendo de la miseria para caer en el oprobio de un sistema de muerte y de ultraje. Con la persecución desatada por el poder militar en la Argentina, brazo armado de todos los privilegios, predominó el criterio de que el mejor anarquista es el anarquista muerto: fueron casi todos ellos asesinados por nuestra derecha fascista o partieron al exilio a combatir en España por la República.
LA VIOLENCIA
Bayer interroga en Di Giovanni “su creencia como dogma en la violencia como único método racional de rebeldía”. Es necesario plantear, entonces, cinco premisas para entenderlo:
Primera premisa: No hay violencia en general: el crimen en abstracto no existe, es sólo un concepto. Son hombres concretos, cada uno con su nombre y apellido, quienes ejecutan el crimen. No hay violencia de estructura solamente.
Segunda premisa: Hay violencia, pero también hay contra-violencia. Está la violencia ofensiva y la violencia defensiva. Y la contra-violencia defensiva tiene una cualidad diferente que la violencia ofensiva.
Tercera premisa: Habitualmente se cree que la violencia es la violencia inmediata del asesinato directo por las armas. Pero no: la violencia consiste en apoderarse, por la amenaza, de la voluntad de otro para dominarlo en vida. Hay entonces dos muertes: la de los que siguen vivos por temerla y someterse, y la de los que han sido muertos por resistentes.
Cuarta premisa: El amor, que es mater-ialista, no nace de un Dios abstracto o terrible, o de un padre que persigue; nace desde las marcas maternas que animan la carne y la vida de una mujer amada. Y desde allí, desde ese amor grande e infinito, se prolonga el anarquismo político. “En el amor grande e infinito (por una mujer) está basado el anarquismo mismo”, escribe Di Giovanni.
LA GENEALOGIA Y LA LOGICA DE LOS MUERTOS ASESINADOS
Pero también existe una quinta premisa: hay una genealogía que enlaza el sentido de la vida con los que fueron muertos por la mano del hombre. Así como hay un lazo con la vida de los otros hombres vivos, hay un lazo profundo que nos une indisolublemente con los hombres muertos por los asesinos. En esta premisa está presente esa responsabilidad sagrada que penetra hasta los estratos más fecundos y vivos de la vida misma. Tuvo que amar mucho a la vida y a los vivos para sentir la necesidad de resurreccionar a los muertos de otro modo, laicamente. Bajo una estampa de Cristo escribe Di Giovanni como su contracara: “El símbolo de la víctima, como un fugaz recuerdo, será una visión que nos engarzará al pasado, a nuestros muertos, y nos hará más fuertes para el porvenir y para nuestros hijos. Como aurora rosada, bella, pura, la Libertad surgirá en una mañana primaveral para besar los labios de todos los sepultados vivos, de todos los mártires, de todos los rebeldes. Y en ese beso infundirá a nuestros caídos todas las bellezas, los purificará de todos los dolores, esparciendo copiosamente los premios que debemos a los héroes de la lucha cotidiana”.
LA NECESIDAD DE PONER UN LIMITE AL PODER ABSOLUTO Un individuo es tanto más proclive a sentir la dimensión del oprobio social, de la injusticia, de la impunidad y de la insidia criminal, cuanto mayor sea la capacidad afectiva de amar (y de odiar por lo tanto). Y tanto más esta insoportabilidad es grande cuando menor es la capacidad de reacción de la gente que no siente, siente menos, o está adormecida o aterrada. La necesidad de imponer un límite al crimen aparece como una tensión insoportable de la cual depende la coherencia sensible, afectiva y racional de la propia vida. Sólo cuando se activa la dimensión más profunda y libre del afecto puede un hombre poner toda su vida en defensa de lo justo. Dijimos: el último de los justos. Mientras haya diez justos Dios no destruirá a la ciudad impura y pecadora, se dice en la Biblia. Mientras haya existido entre nosotros un Severino Di Giovanni, con su tragedia intransferible, hay una esperanza en el mundo.
(¿Por qué conmueve tanto su vida, su pasión, su entrega más allá del límite, hasta su sed de venganza? ¿Es mala la venganza, acaso, cuando se trata de que el mal extremo no logre vencer sin encontrar el límite y convertirse en absoluto? Pero acá hay algo más que conmueve, el índice de lo más intolerable: que la cobardía en la impunidad -que es lo más intolerable- pueda vivirse sin riesgo: sin sentir siquiera lo que el otro siente cuando sufre. Sentir lo que el asesinado sufriente sintió: hasta allí debe penetrar lo que se llama comúnmente venganza: la sed devoradora de justicia en el desierto desolado de la impunidad y del crimen, nos dice Di Giovanni.)
Pero ¿quién hace justicia allí donde la justicia no existe? Es entonces donde la responsabilidad de un hombre como Di Giovanni se agiganta y se convierte en trágica. Asume en sí mismo lo imposible: es el lugar humano que se consume en realizar por sí mismo lo que todos los hombres colectivamente no hacen, muchedumbre de sometidos pasivos que han delegado en la unidad de una vida, la suya, todo el peso de la injusticia del mundo. Es entonces cuando Di Giovanni se reconoce como el justiciero de lo impune: asume solo, para poder dar la cara en la vida, la responsabilidad por los asesinados.
Si el poder absoluto nunca es realmente tal aunque lo parezca, es porque hay siempre alguien que salva la esperanza para el mundo, abre una fisura en lo que se pretende monolítico: muestra el carácter relativo de todos los poderes sobre el hombre. Di Giovanni nos dice: el terror no vence a la vida cuando la vida enfrenta a la muerte para señalarle al terror mismo su límite. Sólo el contra-terror, la contra-violencia indómita, que no se da por vencida, señala el límite extremo del desafío, debía pensar Severino Di Giovanni: cuando hay todavía alguien, aunque sea uno solo, que salvó contra todos -pero para todos- el carácter relativo y pasajero del poder impune. Y al hacerlo roza con su riesgo todos los fantasmas complacientes y temidos de la imaginación de la buena gente. Y encuentra allí la muerte.
Debemos agradecer al coraje de Osvaldo Bayer que un hombre sólido como Severino Di Giovanni no se haya disuelto en el aire. Que su fantasma se anime y se agigante desde su vida espectral, uno más y se agregue a la lista de los que asedian la noche de los asesinos insomnes.

S E V E R I N O - Tango

S E V E R I N O
(Letra: Osvaldo Bayer – Música: Pablo Bernaba)


Severino; Severino aquel héroe ya olvidado.
Fueron los milicos que te fusilaron
Severino, Severino el pueblo lloró tu muerte.
en los años treinta sobre aquel amanecer
(en los años treinta. . . sobre aquel amanecer)


Severino, con tu lucha hasta la muerte
Muy enamorado de tu América,
la bella muchacha,
Muchachita que siempre esperó y seguirá esperando.
Severino, libertario …. dinamita y corazón.
En los años treinta . . .. sobre aquel amanecer
En los años treinta . . .. siempre te verán volver



Severino con tus libros y con tu palabra impresa
con todas las armas luchaste por un ideal
y caíste ante el tirano defensor de aquel sistema
En los años treinta sobre aquel amanecer,
En los años treinta . . . . siempre te verán volver



En los años treinta sobre aquel amanecer,
En los años treinta . . . . siempre te verán volver

viernes, 24 de agosto de 2012

A 85 años de la muerte de Sacco y Vanzetti

Nicola Sacco

Italiano de Torre Maggiore, provincia de Foggia, nació el 23 de abril de 1891. A los 17 años, fundamentalmente la situación de su familia lo llevó a emigrar.
Llegó a la tierra prometida en 1908, año de hambre y desocupación. A pesar de tener conocimientos de mecánica no encontró trabajo en este oficio. Los extranjeros no eran considerados para las tareas especializadas y apenas si conseguían trabajo en fábricas.
Trabajó primero como mozo de agua, consiguiendo luego colocación como zapatero en la fábrica de calzados de Kelly.
Cuando estalla la guerra Sacco se define contra ella. "Esta guerra no es para empuñar el fusil... se hace en beneficio de los grandes millonarios" dirá más adelante.
En la lucha antibélica organiza mítines y conferencias. Por esa época se une a la Federación socialista Italiana. Rápidamente es impulsado "por un ardor y voluntad de acción hacia las agrupaciones libertarias". Participa activamente en la huelga de Middford, y en todas las luchas por la libertad de muchos de sus compañeros.
Su capacidad de amor y de ternura hacia su compañera Rosina y hacia sus hijos se vuelca a todos los seres humanos, a su clase explotada, y lo impulsa al combate.

Detenido cuando organizaba la protesta por el asesinato de Andrea Salsedo, vive en la cárcel con el convencimiento de que es el único motivo de su prisión y que se está condenando su militancia revolucionaria. Supera los momentos difíciles, tiene claro quien es su enemigo, y se siente orgulloso de su crimen: "Mi crimen, el único crimen, del que estoy orgulloso, es el de haber soñado una vida mejor, hecha de fraternidad, de ayuda mutua; de ser, en una palabra, anarquista, y por ese crimen tengo el orgullo de terminar entre las manos del verdugo".
Dirá en sus momentos finales: "Yo muero dichoso de añadir mi nombre oscuro a la lista gloriosa de los mártires que han creído en la revolución social y en la redención humana.
Bartolomeo Vanzetti

Nació en Villafalleto, en el Piamonte, en 1888. Le gustaba el estudio pero sólo pudo hacer la escuela. Empezó a trabajar a los 13 años de edad, eran 15 horas diarias sin descanso semanal, sólo tenía un asueto de tres horas dos veces al mes.
A los 20 años de edad decide abandonar Italia. Llega a Norteamérica en 1908. Lo espera un largo peregrinar en busca de trabajo, muchos días de hambre, sin ni siquiera un lugar donde descansar. Recibe en su andar el desprecio de los patrones, la solidaridad de sus iguales. En su oficio de confitero no encuentra plaza fija. En muchos lugares lo echan a los pocos meses de trabajo. Trabajó de picapedrero, albañil, foguista, barredor de nieve.
Hacía jornadas de 12 y 14 horas en verdaderos tugurios insalubres, recibiendo, por ser extranjero, la mitad del jornal de un norteamericano, de por sí bajo.
Con ansias de leer y estudiar se quedaba de noche, después del trabajo, dormido sobre los libros.
"Aprendí que la conciencia de clase no era frase inventada por los propagandístas, sino que representaba una fuerza vital, real, y que aquellos que comprenden su significado no son ya simples bestias de carga, sino seres humanos". Sus palabras, como sus escritos y alegatos están llenos de fe en la clase obrera y en la revolución.
Se define como ferviente libertario, como anarquista, porque siente que "solamente en la libertad podrá surgir el hombre a su noble y armoniosa integridad".
Su convicción clasista y de pelea lo lleva a participar en huelgas y mítines, a colaborar en la creación de sindicatos. Es en 1913 que comienza a participar activamente en el movimiento obrero. En 1916 estalló un gran conflicto en la Plymouth Cordage Company y allí estuvo Vanzetti en primera línea, dirigiendo la huelga. Salen victoriosos, conquistan sus reclamos.
Después sufre persecución, es incluido en las listas negras, tiene seguimiento policial durante 18 meses, es el castigo de la clase dominante. Más difícil le es entonces conseguir trabajo.
Cuando es detenido en mayo de 1920, su ocupación es vender pescado en la calle. No había abandonado la lucha en ningún instante, estaba en ese momento organizando la movilización contra el asesinato de Salsedo.
Su condición de agitador lo llevó a la cárcel. "Permanezco siete horas en un lugar lleno de gas, 40 minutos en un patio polvoriento, 16 horas en una estrecha celda... Tal es mi vida diaria, salvo en los días de fiesta en los que debo permanecer de 21 a 23 horas en mi jaula".
Después de siete años de prisión, fue asesinado en la silla eléctrica.
Hasta el último momento conservó su actitud firme y digna, todo un símbolo de ejemplo para la clase obrera en la que tan profundamente creía.


"Como anarquista me consuela el saber que si la burguesía me hubiese dejado vivir todos mis días no habría podido hacer por la gran revuelta lo que hice involuntariamente a través de mi martirio.
...Nos odian a nosotros y a los nuestros; son amigos de nuestros mortales enemigos... Todo el poder de la reacción esta contra nosotros.
Sí esta es la última, recibid el extremo adiós.
¡Mantened en alto nuestra bandera!
[...]

Muero como he vivido, luchando por la libertad y por la justicia. ¡Oh, si pudiera comunicar a todos que no tengo nada que ver con ese horrendo crimen...

Mi corazón está lleno, rebosante de amor por los míos. ¿Como despedirrme de vosotros? ¡Oh, mis queridos amigos, mis bravos defensores, a todos vosotros el afecto de mi pobre corazon, a todos vosotros mi gratitud de soldado caído por la causa de la libertad!
...Continuad la soberrbia luucha, que yo también en lo poco que pude, he gastado mis energías por la libertad y por la independencia humana.
...¿Que culpa tengo si he amado demasiado la libertad? ¿Por qué he sido privado de todas las cosas que hacen deliciosa la vida? Ningún reflejo de la propia naturaleza, del cielo azul y de los esplèndidos crepúsculos en las tétricas prisiones construídas por los hombrres para los hombres. Pero yo no he llevado mi cruz en vano. No he sufrido inutilmente. Mi sacrificio valdrá a la humanidad a fin de que los herrmanos no continúen matandose; para que los niños no continúen siendo explotados en las fábricas y privados de aire y luz.
No está lejos el día en que habra pan para todas las bocas, techo para todas las cabezas, felicidad para todos los corazones.
Tal triunfo será mío y vuestro, compañeros y amigos."
Bartolomé Vanzetti